Razones.

viernes, 17 de agosto de 2012

Querida sociedad: Que te follen.



Había una vez una niña infeliz. Tez blanca y pelo ceniza. Ojos similares al cielo y piernas kilométricas. Esta chica, debería ser feliz. Era popular, tenía una gran cantidad de chicos detrás de ella y tenía bastantes amigas. Su problema era que vivía en una mentira. Me explico:
Todas sus amigas querían ser populares, únicamente. Y que las siguieran tantos chicos cómo a nuestra protagonista. Pero, eso era imposible.
Los chicos buscaban lo mismo. Un par de ojos a los que mirar en noches de pasión. Un buen culo por tocar y... dejémoslo ahí.
¿Sabéis a qué se debía su popularidad? No era buena, precisamente...
Esta se debía a que todo el instituto Rivery, la tachaba de puta. Por su forma de vestir atrevida, y su actitud. provocadora y decidida.
Aunque la realidad sea, que nuestra protagonista ni siquiera había besado a alguien por primera vez.
Esos chicos querían líos de una noche. Y las chicas, dar que hablar.
Nuestra rubia de ojos azulados, un día, cansada, decidió marcarse.
Marcarse de por vida.
Con una cuchilla, una noche de tristeza, se escribió en su brazo izquierdo "Imperfección".
Y así acabó con su vida María, también conocida cómo:
La fulana del instituto Rivery.

martes, 17 de julio de 2012

Un estúpido, nada más.




Música. Descontrol. Todo se vuelve de colores parpadeantes y dolores de cabeza. Una pastilla por aquí, y un cubata por allá. Todos se vuelves locos. Bailan, saltan y cantan. Algunas se desmayan.
Demasiadas drogas, pequeña.
 Descontrol. Manos levantadas. Un subidón recorre mi columna vertebral y se posa en mi cuello. Empiezo a balancear mi cabeza cómo una loca. Manos se posan en mi cintura o mis piernas. No hago nada para quitarlas, voy demasiado borracha.
Estribillo.
Toda la discoteca empieza a saltar y yo, no soy menos. Cantando cómo locos, y riéndonos a más no poder.
Es tarde.
Me dirijo a una moto, no sé cuál es y mucho menos, de quién. Me subo y me agarro en la cintura de mi piloto. Me susurra palabras, aunque no entiendo todas. Me deja en mi casa y se despide con un 'Buenas noches, rubia'. Le lanza un beso al aire y me deja allí.
Sola.
Desconcertada.
Pasan días, meses, y sigo sin saber nada de mi motorista. Quizás le he visto por la calle y no me he dado cuenta de que es él. O quizás prefirió olvidarse de mí.
Me coloco un chaquetón beige y salgo a la calle con un paraguas en mano. De repente, veo una pintada enfrente de mi casa. Recién hecha, ya que las gotas de pintura resbalan descendiendo hasta el suelo. Un 'Buenas noches, rubia' me llena la vista.
¿Será él? Poco probable.
No me ha llamado en meses, ¿por qué iba a hacer ahora eso?
De repente dos manos me tapan los ojos. Las toco, y su perfume invade mi nariz. El tacto de su mano es igual al de meses atrás.  Tiene que ser él.
Me giro y le veo. Con su pelo despeinado y sus ojos azules tan abiertos cómo dos platos. Sólo estuvimos una noche, pero, poco a poco, he ido sintiendo algo más hacia esos ojos tan profundos.
Dos besos.
¿Cortesía? Puede ser.
Lo único que quiero es que me coja, me apoye contra esa pared y me empiece a besar cómo nunca.
Pero, los sueños, sueños son.
Y este no se sale de la regla.
Hablamos, y me invita a un café. Un 'Cuánto tiempo' o un 'Te estuve buscando durante todos estos días' caldean el ambiente.
Horas después de charlar, nos despedimos, y quedarnos en vernos otra vez más.
Pero, esa cita nunca surgió. Ni nunca surgirá.
Él sólo fue un estúpido, y nada más.